EL COLESTEROL NO DEBE SER YA UN PROBLEMA

Nuestro cuerpo está tan bien diseñado que puede durarnos más de 100 años. Pero hay que cuidarlo y ese cuidado empieza por una alimentación adecuada.

Los carbohidratos nos proporcionan energía de utilización inmediata pero nuestras reservas energéticas y los grandes procesos de utilización y conservación que nos permiten sobrevivir como unidad funcional están relacionados con las grasas, aunque es verdad que nuestro hígado también transforma los excesos de hidratos de carbono en grasa y los almacena como tal. Pero no todas las grasas son igual de saludables.

Ácidos grasos

Las grasas se almacenan en nuestro organismo sobre todo en forma de colesterol y de triglicéridos, dos ácidos grasos que habitualmente se conservan como reserva en el panículo adiposo (capa más profunda de la piel) pero también en las paredes de las arterias produciendo la temida arteriosclerosis, causa de la enfermedad vascular.

Los ácidos grasos son moléculas complejas (compuestas sobre todo de carbono e hidrógeno) que adquirimos a través de los alimentos pero que nuestro organismo es capaz también de sintetizar a partir de sus propias reservas o, en casos extremos, hasta de los músculos y de los tejidos básicos.

A la hora de su utilización y almacenamiento no todos los ácidos grasos se comportan de la misma forma. Los constituidos por cadenas ligeras (LDL) tienden a depositarse en las arterias mientras que los poliinsaturados (HDL) se utilizan prioritariamente como combustible celular y tienden a ocupar el lugar y la función de los LDL.

De ahí que se denomine colesterol “bueno” al HDL y colesterol “malo” al LDL

Estos dos ácidos grasos (colesterol y triglicéridos) son los que fundamentalmente utiliza nuestro organismo pero es capaz de asimilar cualquier tipo de grasa animal o vegetal y transformarla de acuerdo a sus necesidades o al estado de sus reservas. Además, nuestro organismo transforma los hidratos de carbono en grasas a través de una serie de reacciones químicas que comportan un gran trabajo metabólico por parte del hígado.

Hay que saber que en la alimentación, las grasas animales tienden a almacenarse como colesterol “malo” y las vegetales o de pescado azul como colesterol “bueno”

En cuanto a los de origen vegetal, los ácidos grasos poliinsaturados Omega-6 que encontramos en el aceite de soja , coco, maíz, girasol, borraja y onagra hay que tener en cuenta que disminuyen el colesterol LDL (“malo”) pero también reducen el HDL (“bueno”) y además se recomienda moderación a la hora de consumirlos por su documentado efecto tóxico en un consumo excesivo.

Sin embargo, los ácidos grasos poliinsaturados Omega-3 (grasas de pescado) reducen los triglicéridos de la sangre y disminuyen el colesterol LDL (“malo”) en personas con hipercolesterolemia.

En cuanto a los ácidos grasos monoinsaturados (aceite de oliva y margarinas ricas en ácido linoleico) reducen el colesterol LDL y aumentan o no modifican el HDL. 

Alimentación equilibrada

Teniendo en cuenta que el organismo es capaz de fabricar sus propias grasas (en especial el colesterol “malo” LDL) es fundamental que la alimentación diaria, sobre todo en los casos de personas con exceso de grasas en sangre, esté equilibrada.

Contra lo que comúnmente se cree, no por suprimir las grasas de la dieta va a reducirse la cifra de colesterol. Al revés: si se suprimen las grasas de lodo tipo, el hígado transformará los hidratos de carbono en grasas e, incluso en pocos días, aumentará la cantidad de colesterol, especialmente el “malo” en sangre.

Por tanto, hay dos factores importantes que considerar a la hora de plantearse una alimentación sana para bajar las cifras de colesterol. En primer lugar que no se debe prescindir totalmente de las grasas y en segundo lugar, que hay que hacer un aporte de grasas “sanas” a la dieta.

No hay que olvidar que en el aumento de los niveles de colesterol también influye el estrés, la mala calidad de los alimentos, dulces, exceso de fritos, café, té…

Es muy importante mantener un equilibrio entre lo que comemos y lo que gastamos. No hay que olvidar que las grasas, el colesterol, es el combustible que utiliza nuestro cuerpo y que, si no se utiliza de la manera adecuada, se acumula con los terribles efectos que conocemos.

Por tanto, además de una alimentación adecuada es imprescindible una vida lo más activa posible dentro de las condiciones de cada uno y comporte la cantidad suficiente de ejercicio físico para consumir el combustible que introducimos con la alimentación.

A todo lo cual ayudará una mayor ingesta de fibra alimenticia en la comida diaria: frutas, verduras y cereales integrales y la disminución de grasas saturadas de origen animal, café bebidas alcohólicas.

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